lunes, 4 de enero de 2010

Historias ciudadanas





Ricardo Zentella recorre la Calzada de Tlalpan como quien lee un libro, un libro que se niega a ser fijado y descifrado pues está expuesto a una ininterrumpida erosión perpetrada por sus propios autores; así pues, Zentella se entrega a una investigación que pretende conservar la narrativa de las calles de la Ciudad de México.

Cambiando la lupa y los guantes del erudito por una cámara digital, el artista se empeña en descifrar palimpsestos, palimpsestos que son en sí mismos actos de violencia, testimonios, en el mejor de los casos, de incuria y desinterés por la escritura del otro, en el peor, premeditado atentado contra la memoria. Con todo, Zentella localiza un tipo especial de palimpsesto: escrituras al margen, paréntesis, notas al pie de página que dan cuenta de un gasto de energía no utilitario –por efímero y críptico- cuyo único motivo es la reivindicación momentánea de la personalidad asfixiada del ánonimo ciudadano que transita por “la vía democrática”.
La narración de nuestra ciudad refleja, por un lado, la imposición de un discurso autoritario, excluyente y segregador, por el otro, la fragmentada interpelación –en forma de oxímoron resistencia-pasividad- de los sujetos que están inscritos en ella.

A las fotos de Ricardo Zentella les interesa poner en evidencia el frágil equilibrio en el que se desenvuelve la convivencia política en la ciudad, es claro que nuestro artista ve una ciudad al borde del caos, precisamente por esto se maravilla al testimoniar que este libro aún es legible. Desde su continua posición de sujeto desorientado, Zentella se esfuerza en tender líneas de comunicación profunda por medio de un contínuo ejercicio de empatía, así, se descubre a sí mismo como editor de un corpus de fragmentos. De este modo, el fotógrafo configura una narración que, aunque discontinua, es legible y significativa, y cuya principal función es la recuperación de historias suprimidas, historias que se manifiestan en forma de grito y cicatriz, historias “ciudadanas” que exponen los mecanismos lúdicos de expresión queja-broma.

Las imágenes que Ricardo colecciona poseen dos ejes conceptuales, por una parte, el lento paso del tiempo, es decir, la no intervención premeditada del sujeto: el desgaste y la erosión sociales, por la otra, el tiempo agotado en el instante, acción efímera: gritos y carcajadas hipersubjetivos.
En un caso asistimos al desvanecimiento de la localización, a la transición hacia el no-lugar por obra del olvido y el desinterés, en otro a la apropiación momentánea del entorno, a la transición hacia el sitio subjetivo de comunión por obra del paso indicial de algún “yo”. El hilo conductual de este viaje redondo cuyos extremos van de la pasividad colectiva a la reactividad individual es el cuestionamiento de la autoridad que se ve rebasada en estos espacios residuales, localizaciones entrópicas donde se formulan –otra vez- las viejas preguntas que nuestro sistema democrático y representativo no ha podido responder ¿qué prueba de nuestra democrática desigualdad es más elocuente que recorrer las calles de la ciudad? Sin embargo, el artista no emite juicios políticos o sociales, solamente estéticos, lo que le fascina de estos espacios emergente-residuales es su potencia de belleza – belleza que es como la de las flores, efímera-. Zentella, además de hacer las de editor, toma el lugar simbólico de notario itinerante, al seleccionar, encuadrar, componer e intervenir cromáticamente los paisajes extiende certificados de defunción, apostilla documentos y valida testamentos de esas zonas y esos gestos que, por ser políticamente disfuncionales, tienen un destino ineluctable: la indiferencia y la desaparición.

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